“Los indios chucos, esos caitudos no deben tener tierra. A esos animales hay que darles plomo. Esos h… de p… solo chingar son, no agradecen que uno les de trabajo. No quieren desarrollo, son unos huevones. Hay que matarlos, en fin nadie pedirá justicia por ellos… Muchá ustedes saquen a esos indios de mi terreno y si no les hacen caso mátenlos que para eso les pago”.
Los hombres, hermanos e iguales a aquellos a los que el empresario llama «indios chucos», tomaron sus armas, se subieron a tres carros tipo picop, y se dirigieron a la colonia La Gracia, Jalapa.
La madrugada del 10 de octubre, en una casa humilde construida de adobe, del cantón Las Marías Santa Gertrudis, Benedicto y Arnoldo, a media luz del fuego y la claridad del día, consensuaban y planificaban lo que harían en su parcela ubicada en La Gracia. Minutos después, tomaron sus machetes y salieron con rumbo a ese lugar.
Ellos debían cuidar su maíz y frijol, porque días antes, los hombres del empresario, habían destruido sus siembras y cercos, violando un acuerdo que había firmado con los campesinos, en el que se estableció respetar el territorio de cada uno.
A eso de las siete de la mañana, no se sabe la hora con exactitud, Benedicto y su hijo, se aprestaban a entrar a su parcela, pero los hombres del empresario, que ya estaban en el lugar, les dispararon, los cuerpos se desplomaron y regaron con su sangre la Sagrada Tierra.
El sonido aterrador de los disparos llamó la atención de los vecinos, algunos de ellos se asomaron a la ventana y vieron como los hombres huían en tres vehículos que los esperaban a escasos metros. Sigue leyendo «Una aproximación a la escena del crimen y al racismo en Jalapa»